
14/02/2024 Por Sara Mum
Entregamos nuestra vida al amor, al trabajo, a los demás y ¿Qué hay de nosotros? ¿De verdad entregar nuestra vida a algo o alguien que no merece nuestra admiración?
Me hago infinidad de preguntas al respecto pero para mí, la respuesta siempre es la misma: «ve allí donde tu corazón lata más y más fuerte». El miedo nos paraliza, aprieta, ahoga, hasta llegar incluso a asfixiar. Miedo al dolor, al rechazo, a no volver a encontrar a alguien al que entregarle todo ese amor que llevamos dentro, por ello nos frenamos en seco, nuestra inspiración se va a la mierda, nuestra motivación desaparece y al final entregamos nuestra vida a algo o a alguien que no merece nuestra admiración. Ahí entra en juego de nuevo el dolor.
Es el punto en el que necesitamos escuchar los latidos de nuestro corazón, sacar lo que llevamos dentro, permitirnos sentir y darnos cuenta de que hemos venido al mundo a entregar nuestra vida a eso que nos hace brillar, donde el trabajo es pasión, donde el amor es sinceridad, con unas lentes bien abrillantadas que nos dejen ver toda la verdad. Parece sencillo pero no es fácil. Por desgracia creo que esto se aprende después de haber sufrido, después de que nos arranquen las gafas de ver el mundo.
Llevo tiempo reflexionando sobre mi verdadero propósito en la vida, ¿a qué he venido? Tengo claro que mi existencia la voy a entregar a aquello que haga latir mi corazón bien fuerte para poder escuchar los latidos de las personas que tengo a mi lado, es la brújula que indica el camino. Aún así, hay algo que me inquieta de manera increíble; ver cómo hay personas sin rumbo y sin ningún ápice de que este tema se haya pasado alguna vez por sus cabezas. Por eso estoy escribiendo estas letras, me encantaría remover alguna conciencia, por desgracia, no puedes ver la medio sonrisa que esboza mi cara pero estoy disfrutando solo de imaginar que alguien se plantee que una vida sin propósito es tiempo perdido, es una vida sin razón de ser.
Creo que es importante tener una base sólida, unos valores que sostengan el gran peso que supone cada acontecimiento que pasa en nuestra vida, esas cosas que hacen que tiemble nuestra fe, nos hacen sentir vacíos. Sin esa base estable somos carne de frustración, entones, volvamos al punto de partida: ¿A qué o quién vamos a entregar nuestra vida?